Manos de Ramón. Santa Amalia. 2013. Foto: Jana Hezselyova. |
I.
Microsoft Word abierto: la bruma
rosada del crepúsculo: aguas
en donde la sangre del esputo
poético se disuelven: hozan
jabalíes, revuelven el fango
bajo robles que vieron pasar
ejércitos innombrables, tropas
quién sabe si en desbandada.
¿Os dije que odio la miel como
producto del trabajo? Retórica
de dioses mudos. Simple dulzura
fonética: miel desnuda colma
los panales del miedo, la sucia
vibración del enjambre laboral:
cumplimos el contrato, nos pesan
las botas, el barro, las miradas.
En las fábricas abandonadas
siempre queda un guardián impasible
para evitar el robo de máquinas
y restos de sueños esparcidos
por el suelo, mezclados con grasa:
sombra, que agoniza, de las sombras.
Todavía la luz. Y
ya es tan tarde
que todo lo esperado es participio pasivo.
Me pregunto qué querrá la luz a estas
horas del mundo. Para qué si ya está
todo claro: la ley y los refranes, el dolor
y sus verbos, este merendero de blancos,
el soliloquio de las formas, la voluntad
ajena, enseres, ajuares, herencias, voces
desde que la tierra es tumba de la tierra.
II.
Microsoft Word sigue abierto: palabras
suavemente diminutas, liliputienses capaces
de penetrar alguna oreja prevenida:
dulzura fonética sólo para tus labios:
frases como cantos rodados como píldoras
brillantes deslizándose garganta abajo
para terminar en arena estéril que sueña
con ser excremento verdadero, auténtica
mierda fertilizante en la isla de Robinson
Crusoe: Microsoft Word: el soporte
de lo escrito que va subiendo hasta disiparse
en un cielo tormentoso, por encima
de la barra de herramierdas:
el Más Allá.
Poema de A toda luz, inédito.